sábado, 19 de mayo de 2012

LAMENTACIONES. CAPÍTULO 5.


51Recuerda, Señor, lo que nos ha pasado;
mira y fíjate en nuestras afrentas.
2Nuestra heredad ha pasado a los bárbaros;
nuestras casas, a extranjeros;
3hemos quedado huérfanos de padre
y nuestras madres han quedado viudas.
4Tenemos que comprar el agua que bebemos
y pagar la leña que nos llevamos.
5Nos empujan con un yugo al cuello,
nos fatigan sin darnos descanso.
6Hemos pactado con Egipto y Asiria
para saciamos de pan.
7Nuestros padres pecaron, y ya no viven,
y nosotros cargamos con sus culpas.
8Unos esclavos nos han sometido
y nadie nos libra de su poder.
9 Arriesgamos la vida por el pan,
pues la espada amenaza en descampado.
10Nuestra piel quema como un horno,
torturada por el hambre.
11Violaron a las mujeres en Sión 
y a las doncellas en los pueblos de Judá;
12con sus manos colgaron a los príncipes,
sin respetar a los ancianos;
13forzaron a los jóvenes a mover el molino,
y los muchachos sucumbían bajo cargas de leña.
14Los ancianos ya no se sientan a la puerta,
los jóvenes ya no cantan;
15ha cesado el gozo del corazón,
las danzas se han vuelto duelo;
16se nos ha caído la corona de la cabeza:
¡Ay de nosotros, que hemos pecado!
17Por eso está enfermo nuestro corazón
y se nos nublan los ojos,
18porque el Monte Sión está desolado
y los zorros se pasean por él.
19pero tú, Señor, eres rey por siempre,
tu trono dura de edad en edad.
20¿Por qué te olvidas siempre de nosotros
y nos tienes abandonados por tanto tiempo?
2lSeñor, tráenos hacia ti para que volvamos,
renueva los tiempos pasados,
22¿O es que ya nos has rechazado,
que tu cólera no tiene medida?


5 La última elegía, llamada tradicionalmente "oración del profeta Jeremías"; se parece mucho a algunos salmos, como el 44 y el 74. Reconocen el pecado, alegan argumentos para mover al Señor y le encomiendan la solución.

5,1 Con el recuerdo y la mirada de Dios comenzó la liberación del éxodo (Ex 3,7.16; 6,3-6). ¿No podrá comenzar una nueva etapa semejante? "Afrenta": puede resumir toda la esclavitud de Egipto (Jos 5,9) y sintetiza la nueva cautividad.

5,2 La heredad es la tierra prometida; se ha cerrado una era del don divino: Dt 6,11 y Jos 24,13; Jr 32. Si la heredad ha pasado a manos extrañas, habrá quien la rescate: Jr 32.

5,3 Huérfanos y viudas atraen la protección especial de Dios, según Sal 68,6.

5,4 El agua tiene aquí un sentido concreto y material (cfr. Dt 2,6; 6,11), lo cual no excluye una posible resonancia del valor simbólico.

5,5 Transportando cargas, como antaño en Egipto (Ex 5), materializan el yugo extranjero.

5,6 La mención de Asiria aquí se debe o a una cita de Jr 2,18, o es cifra para disimular el nombre de Babilonia. El pacto ya no es para conseguir ayuda militar: cfr. Sal 105,16-18.

5,7 Conviene recordar la polémica de Ezequiel 18 y el anuncio de Jr 31,29-30. La elegía confiesa el pecado paterno y el propio (7.16), como el Sal 1 06,6 o Jr 14,20. La culpa paterna se va acumulando hasta desbordar la posibilidad de perdón, la culpa propia la actualiza y colma la medida. Véase Bar 3,4.

5,8 Invierte la promesa de Dt 15,6; véase 1 Sm 17,8s.

5,9 O bien: "vendiéndonos compramos el pan", o sea, pagamos el alimento con la libertad (Gn 47). Véanse Jr 6,25 y Dt 28,48.

5,11-14 Se lee una duplicación de "ancianos y jóvenes": quizá se deba al doble valor, de edad y función: "senadores y soldados". Para ilustrar los grupos pueden leerse algunos textos selectos: mujeres (Dt 28,30.32), príncipes (Dt 21,23 Y Jos 10,26), ancianos (Lv 19,32), jóvenes (Jue 16,21; Is 47,2), muchachos (Jos 9,27), concejales (Job 29,7), mozos (Jr 16,9; 25,10).

5,15 Puede aludir al sábado trágico de 1,7. Véanse Jr 31,4.13; Sal 30,12.

5,16 La "corona": de los comensales en un banquete (Is 28,1), del rey o jefe (Jr 13, 18); en sentido metafórico puede describir la ciudad con su muralla almenada (Is 28,3; 62.3).

5,17 Cita de Is 1,5.

5,18 Se cumple lo anunciado en Jr 9.10; véase también Ez 13,4.

5,19-22 Movimiento alterno y unitario de súplica y pregunta; la última palabra del poema y del libro son estos cuatro versos; el acorde final no es de desesperación, sino de súplica.

5,19 Cuando parece que el trono de David yace derribado. se afirma el trono del Señor, como rey de Israel y soberano de la historia. Compárese con Sal 72.5; 102.13.

5,20 Si el reinado de Dios es perpetuo, no lo es la vida humana, los judíos sienten prisa. El que Dios reine por siempre no ha de justificar que difiera la salvación de su pueblo: véanse Jr 25.12 y Sal 12.1; 41,10; 74, 19.23.

5,21 El verbo shub-volver, cambiar, convertirse- señalará el cambio de dirección en la historia. La atracción del Señor producirá la conversión, la vuelta a él hará volver del destierro. Es un verbo favorito de Jeremías en sus diversas acepciones:
3.1.7.10.12.14.22; 4.1; 5,3; 31.8.16.17.18.19.21-23. etc.

5,22 El tono retórico se aclara comparando el verso con Jr 14.19; Jr 33.36; cfr. 31.37. 

LAMENTACIONES. CAPÍTULO 4.


41Se ha vuelto pálido el oro, el oro más puro,
están tiradas las piedras santas por las encrucijadas;
2los nobles vecinos de Sión, que valían su peso en oro,
cuentan como cacharros de loza, labor de alfarero.
3Hasta los chacales dan las ubres para amamantar sus crías;
en cambio, la capital fue despiadada como el avestruz del desierto.
4De pura sed, a las criaturas se les pega la lengua al paladar;
los niños piden pan y nadie se lo da;
5los que comían manjares exquisitos, desfallecen en la calle;
los que se criaron entre púrpura, se revuelcan en la basura.
6La culpa de la capital era más grave que el pecado de Sodoma,
que fue arrasada en un momento sin manos humanas.
7Sus príncipes eran más limpios que la nieve,
más blancos que la leche;
eran más rojos que corales, con venas como zafiros,
8ahora están más negros que hollín, no se les reconoce en la calle,
sobre los huesos se les arruga la piel, reseca como leña.
9¡Más dichosos los que murieron a espada que los muertos de hambre!
Aquéllos, apuñalados, se desangraron;
éstos, por falta de alimento.
10Las manos de mujeres delicadas cuecen a sus propios hijos
y se los comen mientras se derrumba la capital de mi pueblo.
11 El Señor sació su cólera y derramó el incendio de su ira,
prendió un fuego en Sión que devora hasta los cimientos.
12No creían los reyes del mundo ni los habitantes del orbe
que el enemigo lograría entrar por las puertas de Jerusalén.
13Por los pecados de sus profetas y los crímenes de sus sacerdotes,
que derramaron en medio de ella sangre inocente.
14Vagaban como ciegos por las calles, manchados de sangre:
nadie podía tocar sus vestidos.
15«iAparte -gritaban-, estoy impuro; aparte, no me toquéis!».
Iban como prófugos o fugitivos que ya no reciben asilo.
16El Señor mismo los ha dispersado y ya no se ocupa de ellos:
no hay respeto para los sacerdotes,
no hay compasión para los ancianos.
17Nuestros ojos se consumen esperando socorro en vano:
aguardamos vigilantes a un pueblo impotente.
18No podíamos andar por la calle, porque acechaban nuestros pasos;
se acercaba nuestro fin, el término de nuestros días.
19Los que nos perseguían eran más veloces que las águilas del cielo,
nos acosaban por los montes y nos acechaban en el desierto.
20Al ungido del Señor, al que era nuestro aliento,
lo cazaron en una trampa,
a aquel de quien decíamos: «A su sombra
viviremos entre los pueblos».
21 ¡Goza y disfruta, capital de Edom, princesa de Us,
que a ti también te llegará la copa:
te embriagarás y te desnudarás!
22Está cumplida tu condena, Sión, no seguirás en el destierro;
examinarán tu culpa, capital de Edom, y aparecerá tu pecado.

4 Ha pasado el momento culminante de las elegías, en cuanto a imágenes y a reflexión teológica. Hasta el tamaño decreciente parece indicar un descenso acelerado hacia el final.
La presente elegía emplea sobre todo el recurso de la enumeración y parece concentrarse en el momento de máxima confusión. La enumeración hermana y casi confunde a los vecinos con su ciudad: Jerusalén con sus piedras santas, los nobles, la capital Sión, niños, nobles, encrucijadas, nazi reos, mujeres, cimientos, puertas, sacerdotes, ancianos, calles, el Ungido.

4,1 El metal más precioso, que revestía el camarín del templo, simboliza los valores: cfr. Is 1,20. Las "piedras": véase Sal 102,15. 

4,2 La comparación alfarera recuerda a Jr 18,1-6; 19,10-11; 22,28 Y Sal 31,13.

4,3 La crueldad del avestruz es imagen proverbial: Job 39,15.

4,4 Sal 137,6. Véase 2,11.

4,6 El castigo proverbial de Sodoma: Is 1,10; 3,9. Un castigo directamente ejecutado por Dios se considera más llevadero que el ejecutado por los hombres: 2 Sm 24,14; más temperado (Sab 12,18), o más breve.

4,7 Los nazireos eran soldados voluntarios consagrados: Nm 6; Am 2,11; la palabra puede referirse genéricamente a un grupo selecto: Dt 33,16. Su belleza trae resonancias del Cantar (Cant 2,10).

4,10 Hay un paralelo imaginativo entre la crueldad despiadada de la ciudad (3) y la de estas madres enloquecidas. Vean se 2,20; Dt 28,57; Jr 19,9.

4,11 Ez 5,13. Los cimientos que él mismo puso: Sal 87,2. Puede leerse la visión de Ez 10.

4,12 Por sus fortificaciones (2 Cr 26,9; 27,3) Y por la protección divina (Sal 46 y 48).

4,13 La acusación de sacerdotes y profetas se lee en Jeremías: 2,8-5,31, 6,13; 23,11. Por esos asesinatos, el enemigo se convierte en vengador de la sangre; véase Ez 22.

4,14-15 La sangre contamina y los hace intocables, los sacerdotes pervierten radicalmente su función y tienen que vagar como los leprosos de Lv 13,45. Como ciegos: Is 59,10.

4,16 Quizá haya un juego en la primera frase, pues hlq puede significar la porción (2,24). Con otra vocalización se leería: "El Señor es su porción".

4,17 Se refiere a la falsa confianza en el auxilio de Egipto, denunciada repetidas veces por Jeremías: 2,18; 37,7; también Is 30,1-5; 31,1-3.

4,18 Véase Ez 7,1-12; 12,21-28. Inútil querer diferir lo inevitable.

4,19 Véanse Dt 28,49; Jr 4,13.

4,20 Sobre la captura de Sedecías, véase Jr 39,4-7; 52,9. Son notables los títulos dados al rey: aliento o respiración, sombra protectora; no es tanto la persona de Sedecías cuanto su función sagrada.

4,21 Quizá no fuera prudente mencionar entonces a Babilonia, o había que someterse, siguiendo las normas de Jeremías. Referirse a Edom no era sospechoso, y el pueblo vecino podía convertirse en nombre cifrado. Sobre la actitud de Edom véanse Abdías; Sal 137,7; Ez 25,12; 35; Jr 49,7-22. Sobre la copa del castigo véase Jr 25,15-29.

4,22 La condena cumplida: como en Is 40,2. Se puede leer en sentido no temporal; es decir, Sión ya ha recibido entero el castigo, y en adelante comienza su recuperación.

LAMENTACIONES. CAPÍTULO 3.


3 1Yo soy un hombre que ha probado el dolor bajo la vara de su cólera,
2porque me ha llevado y conducido a las tinieblas y no a la luz;
3
está volviendo su mano todo el día contra mí,
4Me ha consumido la piel y la carne y me ha roto los huesos;
5en torno mío ha levantado un cerco de veneno y amargura
6y me ha confinado en las tinieblas, como a los muertos de antaño.
7Me ha tapiado sin salida cargándome de cadenas;
8 por más que grito: «Socorro», se hace sordo a mi súplica;
9me ha cerrado el paso con sillares, y ha retorcido mis sendas.
10Me está acechando como un oso o como un león escondido;
11me ha cerrado el camino para despedazarme y me ha dejado inerte;
12tensa el arco y me hace blanco de sus flechas.
13Me ha clavado en las entrañas las flechas de su aljaba:
141a gente se burla de mí, me saca coplas todo el día;
15me ha saciado de hieles abrevándome con ajenjo.
16Mis dientes rechinan mordiendo guijas, y me revuelco en el polvo;
17me han arrancado la paz, y ni me acuerdo de la dicha;
18me digo: «Se me acabaron las fuerzas y mi esperanza en el Señor».
19Fíjate en mi aflicción y en mi amargura, en la hiel que me envenena;
20no hago más que pensar en ello, y estoy abatido.
21Pero hay algo que traigo a la memoria y me da esperanza: 
22que la misericordia del Señor no termina y no se acaba su compasión;
23antes bien, se renuevan cada mañana: ¡qué grande es tu fidelidad!
24«El Señor es mi lote», me digo, y espero en él.
25El Señor es bueno para los que en él esperan y lo buscan;
26es bueno esperar en silencio la salvación del Señor;
27le irá bien al hombre si carga con el yugo desde joven.
28Que se esté solo y callado cuando la desgracia descarga sobre él;
29que pegue la boca al polvo, quizá quede esperanza;
30que entregue la mejilla al que lo hiere y se sacie de oprobios.
31 Porque el Señor no rechaza para siempre;
32aunque aflige, se compadece con gran misericordia,
33porque no goza afligiendo o apenando a los hombres.
34Aplastar bajo los pies a todos los prisioneros de la tierra,
35negar su derecho al pobre, en presencia del Altísimo,
36defraudar a alguien en un proceso: eso no lo aprueba el Señor
37¿Quién mandó que sucediera si no fue el Señor?,
38¿no es el Señor quien dispone que suceda el bien y el mal?,
39¿por qué se ha de quejar de su desgracia el hombre mientras vive?
40-Examinemos y revisemos nuestra conducta y volvamos al Señor,
41Levantemos con las manos el corazón al Dios del cielo:
42nosotros nos hemos rebelado pecando, y tú no nos has perdonado;
43envuelto en cólera nos has perseguido y matado sin piedad,
44te has envuelto en nubes para que no te alcancen las plegarias;
45nos has hecho el desprecio y el desecho de las gentes.
46Todos nuestros enemigos se ríen de nosotros;
47nos asaltan terrores y espantos, desgracias y fracasos,
48Iloramos arroyos de lágrimas por la ruina de la capital.
49Mis ojos se diluyen sin cesar y sin descanso,
50hasta que el Señor desde el cielo se asome y me vea;
51me duelen los ojos de llorar por las jóvenes de la ciudad.
52Los que me odian sin razón me han dado caza, como a un pájaro;
53me han echado vivo al pozo y me han arrojado piedras;
54se cierran las aguas sobre mi cabeza, y pienso: «Estoy perdido».
55Invoqué tu nombre, Señor, de lo hondo de la fosa:
56Oye mi voz, no cierres el oído a mis gritos de auxilio;
57 tú te acercaste cuando te llamé y me dijiste: «No temas».
58Te encargaste de defender mi causa y de salvar mi vida,
59has visto que padezco injusticia, juzga mi causa;
60has visto la venganza que traman contra mí;
61has oído, Señor, cómo me insultan y traman mi desgracia,
6210 que dicen y piensan contra mi continuamente;
63vigila todos sus movimientos: soy el objeto de sus sátiras.
64Tú les pagarás, Señor, como merecen sus obras,
651es darás una mente obcecada y los maldecirás;
66los perseguirás con ira hasta aniquilarlos bajo el cielo, Señor.

3 Esta elegía forma el centro teológico del libro. En lugar de la ciudad, como encarnación del pueblo, figura un personaje anónimo, solidario del dolor y del pecado de los suyos. Esta clave poética unifica el poema, que tiene menos dramatismo y más reflexión. El poeta parece colocarse en la situación del profeta Jeremías: burlado, perseguido, encarcelado, condenado a morir en la mazmorra; sólo que ha sido Dios el autor de tal persecución (1-18). En su situación desesperada lo anima la esperanza, al principio como una extraña iluminación, que después consigue razonar proponiendo el principio de la aceptación no violenta (19-39), del sufrimiento como castigo y como paso a la conversión.

Retorna el dolor y la conciencia de su situación desesperada (46-54), pero esta vez el recuerdo de una liberación y una promesa lo conducen a la súplica por sí y contra los enemigos (55-66).
Como se ve, domina el estilo y los motivos literarios de la súplica que pronuncia el inocente injustamente perseguido; todo ello aparece traspuesto a una situación como la del profeta Jeremías. Esto permite un avance: en la aceptación solidaria del sufrimiento y sus consecuencias, aunque no haya pecado personal correspondiente, y en el buscar sentido a ese dolor. Este capítulo puede haber inspirado o influido en la teología y espiritualidad de Is 50 y 53.

3,1 "Hombre": en hebreo geber, que sugiere lo vigoroso y varonil, la hombría. La có1era de Dios le ha alcanzado indirectamente, es decir, a través de su vinculación y su actividad entre los culpables.

3,2 Los verbos suelen indicar el cuidado solícito de Dios, especialmente como gula en el desierto. El orante retuerce su sentido. La oscuridad de la mazmorra tiene valor simbólico (Is 8,22-47,5; 59,9).

3,4 El castigo alcanza hasta el propio cuerpo (cfr. Job 2,4-5) y penetra hasta los huesos (Jr 37,15; cfr. Miq 3,2s).

3,5 El final del verso es dudoso.

3,6 Se vuelve inexorable la presencia de la oscuridad, presentimiento de la muerte: Job 16,16 y Sab 17,21; Sa188,7.

3,8 En el contexto próximo es un grito individual. En el contexto global, es una voz que clama en nombre de todos y por todos. 

3,9 Una magnífica cárcel de sillares y un laberinto para perderse: para el profeta que tenía que liberar y guiar.

3,10-11 Imagen de la fiera, ya usada por los profetas (Os 13,7; Am 5,19, Prov 28,15). El Dios escondido se escondía al acecho de su profeta, atrayéndolo a un extraño destino.

3,12-13 De la fiera pasa a la imagen correlativa del cazador (Job 6,4; 16,14). Esta imagen es incluso más brutal, porque supone más conciencia y menos instinto, como en un deporte cruel o en la guerra.

3,14 Jr 20,7; Sal 31,12; 35,16; 44,14s; 69,13.

3,15 Según Jr 9,14; 23,15, ese castigo estaba destinado al pueblo. Las suertes de pueblo y profeta se funden.

3,16 Véase Prov 20,17.

3,18 El tema de la esperanza está articulado en tres finales de estrofa: 18.21.24: el poeta siente la desesperanza, lucha contra ella con sólidas afirmaciones; aunque torne la duda, se niega a rendirse.

3,19-21 Bajo el signo del recuerdo. El deDios inducirá compasión. El del hombre, primero abate, luego reanima (cfr. Sal 77).

3,22-23 Apela a cualidades clásicas de Dios, recitadas en la plegaria y acreditadas en la historia: más allá del pecado y del castigo se extiende el arco de la lealtad, capaz de abarcarlo todo y fundar una esperanza. Con un particular, la capacidad de renovarse día a íia en nuevas manifestaciones; así la esperanza se abre a la novedad: es posible esperar lo inesperado.

3,24 Fórmula tradicional de sacerdotes y orantes: Nm 18,20; Sal 16,5; 73,26; 119,57. El lote o porción, fragmento de una posesión total; tener como lote al Señor es poseer una plenitud, es compartir sin partir. Esto lo dice el personaje en un momento en que se ha perdido todo, abierto a una inmensidad que siente por dentro: véase Jr 32.

3,25-26 La bondad de Dios (Sal 73,28; 34,9) justifica la actitud de sumisión y no violencia; tal mensaje adquirió una urgencia decisiva en tiempos de Jeremías, respecto a sí frente a la persecución y respecto al pueblo frente a la invasión.

3,27 Por eso con toda lógica sigue este enunciado paradójico: a la bondad de Dios responde la bondad o conveniencia de soportar el yugo. Como en Jeremías: yugo de la sumisión al Señor (2,20; 5,5), Y sumisión al dominio babilonio (27,8; 28,4.11.14 Y 30,8). También en el texto presente es el yugo de la ley del Señor y el yugo del sufrimiento en la vida y en la historia, tanto inmerecido como merecido.

3,28-30 Sufrir en silencio y con esperanza fue la suerte de Jeremías. Estos versos apuran la actitud y así preparan la figura del siervo paciente, que ni ante el tribunal abre la boca: Is 50,6 y 53,7.

3,31-33 Sigue la sugestiva alternancia de estrofas: la compasión (31-33), la culpa (34-36), el sufrimiento resignado y esperanzado (37-39), la penitencia (40-42). "Para siempre": hasta la cuarta generación según Ex 34,7; cfr. Sal 103,8s. "No goza": refutación o corrección de Dt 28,63. Véanse también Is 49,15, 51,6; 54,8; Ez 18,23, y Sab 11,24-27.

3,34-36 Los delitos. El v. 34 sintetiza la crueldad de la guerra. Los otros son pecados de injusticia. Es la injusticia lo que desata la cólera y el castigo de Dios. La expresión final se puede interpretar como interrogativa retórica, "¿no lo ve el Señor?" o con valor modal (como en castellano "no lo uede ver"). 

3,37-38 Es la doctrina de Am 3,6 e Is 45,7. Véanse también expresiones parecidas en Sal 33,9; Is 41,2-3; Sof 1,12.

3,39 El sentido es ambiguo. Se puede tomar como pregunta y respuesta, como doble pregunta. El adjetivo "vivo" con énfasis particular: si su delito tenía pena de muerte y lo han dejado con vida, ¿por qué se queja de la pena que cumple?

3,40-41 Es como una respuesta no del todo tardía a la predicación de Jeremías: 3,7.10.14.22; 4,1; 8,4-5. La conversión es una vuelta y una elevación cuyo término es el Señor (véanse Sal 25,1; 86,4; 143,8).

3,42 Véanse Jr 5,9.29; 9,8.

3,43-44 No es la nube benéfica del desierto, sino nube de tormenta que va a descargar, nube que no atraviesan las súplicas (cfr. Eclo 35,21).

3,46 Como 2,16.

3,48 1,16; 2,11; Jr 9,1.18.

3,50 Véanse Dt 26,15; Is 63,15; Sal 14,2; 102,20.

3,51 Las jóvenes pueden ser las aldeas próximas y sufragáneas de la capital.

3,52 La imagen cinegética es frecuente. 

3,53-54 Descripción libre de la condena de Jeremías, 38,6. Véanse también Sal 69,2- 3; 88,5-8.

3,55-56 De una muerte segura libró el Señor a Jeremías, por medio de Ebedmélec (Jr 38). Este último fragmento se podría leer como alteración cronológica: en 55-58 resume la súplica, respuesta y liberación, en 59-66 da el texto de la oración pronunciada, según dice el v. 56.

3,55 Sal 88,14; 130,1-2.

3,57 Palabra dirigida a Jeremías en su vocación y después: 1,8; 30,10; 42,11; 46,27-28.

3,58 Expresión de la plegaria (Sal 35,1) que tuvo su aplicación en la vida de Jeremías, encausado por sus enemigos (26,7-24). "Rescatar" es verbo técnico: Jr 31,11 y frecuente en Isaías Segundo.

3,60 Jr 11,19.

3,63 Is 37,28-29 referido a Senaquerib. 

3,64 Véanse Jr 11,20.

3,66 Véase Jr 18,21-23. 

LAMENTACIONES. CAPÍTULO 2.


2-1¡Ay, el Señor nubló con su cólera a la capital, Sión!
Desde el cielo arrojó por tierra la gloria de Israel,
y el día de su cólera se olvidó del estrado de sus pies.
2El Señor destruyó sin compasión todas las moradas de Jacob,
con su indignación demolió las plazas fuertes de Judá,
derribó por tierra, deshonrados, al rey y a los príncipes.
3Encendido en ira tronchó el vigor de Israel;
al llegar el enemigo, se guardó la diestra a la espalda,
y prendieron las llamas en Jacob, consumiendo todo alrededor.
4Como un enemigo, tendió el arco, aplicó la diestra
y dio muerte, enemistado, a la flor de la juventud,
y en las tiendas de Sión derramó como fuego su furor.
5El Señor se portó como enemigo, destruyendo a Israel:
derribó todos sus palacios, arrasó sus plazas fuertes,
y en la capital de Judá multiplicó duelos y lamentos.
6Como un salteador, destruyó la tienda, arrasó el lugar de la asamblea,
el Señor dio al olvido en Sión sábado y fiestas,
indignado y furioso rechazó al rey y al sacerdote.
7El Señor repudió su altar, desechó su santuario,
entregó en manos enemigas los muros de sus palacios;
y gritaban en el templo del Señor, como en día de fiesta.
8El Señor determinó arrasar las murallas de Sión:
tendió la plomada y no retiró la mano que derribaba;
muros y baluartes se lamentaban al desmoronarse juntos.
9Hundió en la tierra las puertas, rompió los cerrojos.
Rey y príncipes estaban entre los gentiles. No había ley.
y los profetas ya no recibían visiones del Señor.
10Los ancianos de Sión se sientan en el suelo silenciosos,
se echan polvo en la cabeza y se visten de sayal;
las doncellas de Jerusalén humillan hasta el suelo la cabeza.
11 Se consumen en lágrimas mis ojos, de amargura mis entrañas,
se derrama por tierra mi hiel,
por la ruina de la capital de mi pueblo,
muchachos y niños de pecho desfallecen por las calles de la ciudad.
12Preguntaban a sus madres: ¿dónde hay pan y vino?,
mientras desfallecían, como los heridos,
por las calles de la ciudad,
mientras expiraban en brazos de sus madres.
13¿Quién se te iguala, quién se te asemeja, ciudad de Jerusalén?,
¿a quién te compararé, para consolarte, Sión, la doncella?
Inmensa como el mar es tu desgracia: ¿quién podrá curarte?
14Tus profetas te ofrecían visiones falsas y engañosas;
y no te denunciaban tus culpas para cambiar tu suerte,
sino que te anunciaban visiones falsas y seductoras.
15Los que van por el camino se frotan las manos al verte,
silban y menean la cabeza contra la ciudad de Jerusalén:
 
«¿Es ésta la ciudad más hermosa, la alegría de toda la tierra?»,
16Se burlaron a carcajadas de ti todos tus enemigos,
silbaron y rechinaron los dientes diciendo: «La hemos arrasado;
éste es el día que esperábamos:
lo hemos conseguido y lo estamos viendo».
17El Señor ha realizado su designio, ha cumplido la palabra
que había pronunciado hace tiempo: ha destruido sin compasión;
ha exaltado el poder del adversario,
ha dado al enemigo el gozo de la victoria.
18Grita con toda el alma al Señor; laméntate, Sión,
derrama torrentes de lágrimas, de día y de noche,
no te concedas reposo, no descansen tus ojos.
19Levántate y grita de noche, al relevo de la guardia,
derrama como agua tu corazón en presencia del Señor,
levanta hacia él las manos, por la vida de tus niños
(desfallecidos de hambre en las encrucijadas):
20«Mira, Señor, fíjate: ¿a quién has tratado así?
¿Cuándo las mujeres se han comido a sus hijos,
a sus hijos tiernos?
¿Cuándo han asesinado en el templo del Señor
a sacerdotes y profetas?
21 »Se tienden en el suelo de las calles muchachos y ancianos,
mis jóvenes y mis doncellas cayeron a filo de espada;
el día de tu ira diste muerte, mataste sin compasión.
22»Convocaste, como para una fiesta, terrores que me cercan:
el día de tu ira nadie pudo salvarse ni escapar.
A los que yo crié y alimenté los aniquiló el enemigo».

2 La nueva elegía hace entrar con toda fuerza al Señor como protagonista: su acción se va desplegando por enumeración de partes materiales de la ciudad o de grupos de vecinos. Puede compararse con el Salmo 79. En la estrofa 18 sucede un cambio: el poeta sigue apostrofando, pero invita a la ciudad a dirigirse al Señor y le dicta las palabras de su lamentación (20-22). Si Dios (no tanto el enemigo) es el autor de la desgracia, a él hay que dirigirse para conmoverlo. Esta elegía conserva la misma situación lírico-dramática de la precedente: los rasgos trágicos son vigorosos, están vistos con participación intensa y se reclama la misma mirada y actitud del Señor. Es como pedirle que vuelva en sí, que se fije en lo que ha hecho (20), como si la esposa recriminase modestamente al marido. Es un final de gran fuerza dramática, una plegaria audaz y confiada.

2,1 En el templo habitaba la gloria del Señor como un esplendor recogido; arca y templo eran el solio donde apoyaba los pies (1 Cr 28,2; Sal 99,5; Ez 43,7). Ahora su cólera ha venido como nube de tormenta que entenebrece el recinto y se dispone a descargar.

2,2 Sin compasión: Ez 9,5.10. Demolió: Sal 79,13. Profanó: Is 43,28. La humillación del rey, dado su carácter sagrado, es una profanación; es decir, Dios mismo rechaza la consagración y deja que lo traten como a un cualquiera.

2,3 La imagen del fuego, que brota al estallar la ira, puede aludir al rayo (1,3) y al incendio aplicado por el enemigo (2 Re 25,9; Ez 9). "Vigor" es en hebreo "cuerno": véase Sal 75. La "diestra", es decir, la mano que tradicionalmente extendió para liberar o defender a su pueblo (Ex 15,6; cfr. Sal 74,11).

2,4 La imagen de Dios guerrero es tradicional. Lo terrible es que el Señor abandona la inactividad y actúa, pasándose al enemigo. (Jr 21,5). La tienda de Sion es el templo.

2,6 "Salteador": corrigiendo el hebreo, que dice "huerto". Llamando al templo "su Choza", evoca la fiesta más alegre del año; con el término "asamblea" evoca la ''tienda del encuentro", o sea, de la cita con Dios (Ex 29; 33-34 etc.). Junto al rey el sumo sacerdote; la doble potestad sagrada del pueblo.

2,7 Entregar al enemigo es acto del poder soberano. Ahora son los enemigos los que celebran una fiesta macabra en el templo (Sal 74,4). Los "palacios" de la capital: Sal 122,7.
2,8 La imagen tiene la fuerza de la inversión: el Señor es un arquitecto que primero planea, después empuña la plomada y la aplica ... , para derribar (Is 34,11). Al derrumbarse, las murallas se animan con sentimientos humanos.

2,9 Con la caída del templo caen otras instituciones (véase Jr 18,18): el gobierno está desterrado. Según Jr 18,18, la ley o instrucción la administra el sacerdote; según Dt 18,15, Dios suscitará profetas. Como el templo está destruido tampoco les queda el culto. El autor no cuenta con Jeremías ni con Ezequiel: es el silencio de Dios en la historia.

2,10 Gestos de duelo: pueden verse Job 2,8.12; Is 3,2s; 47,1; Ez 27,30; Jr 4,8, etc. La tierra (suelo) como plano de humillación recurre en el capítulo: 1 b.2c.9a.1 Oac.11 b. 21 a.

2,11 Job 16,14.

2,12 Es una de las escenas más patéticas de la serie.

2,13 El poeta busca en vano comparaciones: ¿aliviará el dolor el sentirse en compañía de otros que sufren? Aun ese consuelo menguado es imposible. El mar como imagen de inmensidad: Is 11,9.

2,14 En esta estrofa se adensa el recuerdo de Jeremías: su polémica con los falsos profetas (5,31; 23,13-32; 27-28; 29,8-9), la referencia a los oráculos (23,33-40), su expresión "cambiar la suerte" (32,44-33,7). Lo que no lograron hacer los profetas lo quiere conseguir el poeta conduciendo al pueblo por el llanto a la conversión.

2,15 Las expresiones irónicas se encuentran en Sal 48,1; 50,2; Ez 16,14; 27,3; 28,12. "Frotarse las manos" es traducción idiomática del aplaudir por burla (Job 27,23; 34,37).

2,16 Sal 34,16.21.25. Los verbos en primera persona acumulados subrayan con la rima el canto de triunfo.

2,17 La vieja amenaza puede referirse a Lv 26 o Dt 28 (si son anteriores), y a repetidos oráculos de Jeremías (no tan remotos). Destruir es uno de los verbos programáticos de Jeremías: 1,10; 24,6; 31,28; 42,10; 45,4; lo grave es que en el profeta suele ir acompañado de un verbo opuesto de promesa, mientras que aquí va reforzado por la negación adverbial.

2,18 El texto hebreo del primer verso es dudoso; admitimos las correcciones comúnmente aceptadas. Para valorar la imagen hay que tener en cuenta que en hebreo la misma palabra significa ojo y fuente. Véanse Sal 77, 3 y 42,4, también Jr 13,17; 14,17. Pupila (= niña): "niña del ojo", como en hebreo.

2,19 La visión de los hijos en brazos de las madres conduce a la imagen de la ciudad como madre que ha de interceder por sus hijos. Un verso advenedizo se ha introducido al final de la estrofa: "desfallecidos de hambre en los cruces de las calles".

2,20 La escena macabra se anuncia en Lv 26,29; Dt 28,53 Y Jr 19,9; se narra en 2 Re 6,28-30.

2,21 La ira empuña la espada y provoca la muerte. Sólo que el agente es el Señor.

2,22 Retorna el tema de las fiestas (6.7) Los caminos desiertos (1,4) se han poblado, los que acuden ya rodean la ciudad ... : son terrores personificados convocados por Dios mismo. La expresión se lee en Sal 31,14 Y la repite Jeremías (6,25; 20,3.4.10; 46,5; 49,29).