Año 586. Ha sucedido
lo imposible: las promesas de Dios, que han alimentado la piedad y la esperanza
de generaciones de israelitas, han fallado en su momento. Porque el templo no
sólo era inviolable, sino que de él irradiaba segura protección para la ciudad
(Sal 46,6-7;Sal 48,4-9; Sal 76,2-4). Hasta el enemigo creía inexpugnable la
ciudad (4,12).
Esto lo rezaban los israelitas,
y además recordaban la liberación de la ciudad en tiempo de Ezequías y
Senaquerib. Jerusalén con su templo no podía caer en manos enemigas. Contra
semejante convicción se alzó Jeremías, y hubo de sufrir la cárcel. Ahora los
hechos han dado la razón a Jeremías, han desmentido esperanzas y convicciones. ¿Se
ha acabado todo y no queda más que llorar?, o ¿hay que comprender a través del
llanto? Hora de llorar, hora de pensar.
El poeta llora y piensa:
¿no habrá intervenido una fuerza superior al ejército imperial? ¿No será que
Dios ha abandonado la ciudad o se ha vuelto contra ella? Sabemos que el Señor
no se ha desentendido, luego algo muy grave ha provocado su intervención. ¿Qué
es? ¿Algo irremediable, de modo que la desgracia sea definitiva?, ¿o algo removible,
para que cambie la situación? En el segundo caso, ¿quién tiene que cambiar: el
enemigo, el pueblo, Dios?
Ante todo, no vale
rebelarse contra el enemigo. Tampoco hay que pensar en rehacerse poco a poco
para tomar el desquite. Hay que aguantar con resignación y hombría (3,29 30).
Entonces, ¿habrá que importunar al Señor con plegarias para que cambie pronto
su actitud? Tampoco. Hay que orar, dejándole a él el plazo: (3,26). Lo que debe
cambiar radicalmente es el pueblo: debe descubrir su pecado, arrepentirse,
enmendarse (1,14.18; 3,42).
Han pecado los
falsos profetas (2,14), profetas y sacerdotes (4-13), la ciudad, personificando
todo el pueblo (1,8.14; 4,6), un grupo anónimo (3,34), «nosotros» (3,42; 5,16). El pecado
no ha sido puramente rebeldía contra Dios; son también, según la tradición
profética, esas injusticias en las que ya estaba actuando la crueldad y el odio
humanos (3,34-36; 4,13).
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