Aunque en las
elegías toman la voz un corega, un protagonista, Jerusalén, ocasionalmente el
enemigo o algún grupo anónimo, en realidad el poeta ha convocado a muchas voces
antiguas para el duelo. Ha querido que en sus versos suene la voz de la alianza
(Lv 26 y Dt 28), la voz innumerable de la profecía (especialmente Jeremías), la
voz suplicante de los salmos, recuerdos de la historia; amenazas, promesas,
plegarias, imágenes, expresiones ... Todo parece sabido y, sin embargo, el coro
es nuevo.
El artificio
alfabético consiste en comenzar un verso o una estrofa o los versos de una
estrofa sucesivamente con las 22 letras del alfabeto hebreo. En concreto: en
las elegías 1 y 2 el primer verso de cada estrofa; en la elegía 3 los tres
versos de cada estrofa; en la elegía 4 los dos versos de cada estrofa; en la
elegía 5: el número "alfabético" de 22 versos.
El artificio, que ya
conocemos por otros textos bíblicos, toma aquí un sentido particular: es el
abecé del llanto. Del manantial del llanto, que se diría inagotable, brota
también el decir, que ha de ser completo; por eso no lo cubre el silencio hasta
que no se hayan agotado todas las letras expresando el dolor.
En un día de dolor
intenso, el poeta nos legó este manual del llanto, para que aprendamos a
sumarnos a un duelo que es columna vertebral de la historia. Porque la belleza
violada, las ciudades en escombros, la crueldad y el odio aún no han terminado.
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